Vuelta a la rutina del trabajo tras nueve días.
Nueves días en los que la relajación y la tranquilidad dominaron mi existencia; y en los que mi mayor preocupación solo fue conseguir capturar más y más Pokémons en mi nuevo juego de la Nintendo, mientras recordaba y anhelaba aquellos tiempos ya pasados de los que Pastel de Cumpleaños tras Pastel de Cumpleaños me he ido separando; y de los que sus inciensarias cenizas, ahora, empiezan a desaparecer. Unos tiempos en los que el más grande dilema era descubrir si mi Pokémon preferido era Charmander, Pikachu o Mew.
Y así, rodeado de nuevo de estos pequeños amigos, he vuelto a la rutina. Una rutina que, sin embargo, se me antoja esperanzadora y que puede que me ayude a retomar, de nuevo, mis versos, mis escritos y, en definitiva, mis proyectos artísticos, literarios y musicales.
La rutina ahora me hace huir de estas vacaciones en las que, siéndome cruelmente infiel, no he acudido a mi refugio. Lo confieso. Me he empeñado en quedarme en el hogar. Y aquí, siempre me dejo invadir por la procrastinación y me abandono a todos los demonios que me apartan del camino hacia mis sueños. Y es que el gen de la vagancia de la humanidad parece hacer en mí mayor presencia que en mis semejantes y no tan semejantes; y me acerca a la mediocridad de los muchos con los que me cruzo a diario.
Pero se acabaron las vacaciones, no sé si por suerte o por desgracia, y he de regresar a mi pequeña guarida. Regresar a la paz de la biblioteca, de su maltratado silencio y de esos diminutos espacios en los que me escondo y me sumerjo mientras me dejo llevar por la música y las páginas de mi cuaderno. Unas páginas que parecen golondrinas libres volando ante mis ojos y que me llevarán en su danza aérea de regreso al camino que abandoné hace unas semanas.
Y es probable que, allí, vuelva e encontrarme conmigo mismo, con mi propio reflejo; o, al menos, con una versión difusa de lo que fue. Es posible que siga estando allí donde me quedé; que mi alma antigua no se haya separado de esa mesa blanca frente a las revistas de pensamiento y filosofía y que esté esperando a volver a entrar en esta cárcel física que la atenaza y no la deja ser lo suficientemente libre, pero de la que depende mortalmente para poder seguir adelante intentando dejar un legado al mundo.
Y es probable que, allí, vuelva e encontrarme conmigo mismo, con mi propio reflejo; o, al menos, con una versión difusa de lo que fue. Es posible que siga estando allí donde me quedé; que mi alma antigua no se haya separado de esa mesa blanca frente a las revistas de pensamiento y filosofía y que esté esperando a volver a entrar en esta cárcel física que la atenaza y no la deja ser lo suficientemente libre, pero de la que depende mortalmente para poder seguir adelante intentando dejar un legado al mundo.
Como digo. Volveré. Habré vuelto para entonces.
¿Seré el mismo? No lo sé.
Ahora me resulta de lo más distante ese personaje que se hacía llamar "El Buscador de Esencias". Creo que esas esencias que tanto anhelaba encontrar han terminado por encontrarlo primero a él y asesinarlo entre y ante sus propios versos.
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