lunes, 17 de octubre de 2016

De serpientes, sueños y retrospección

Soñar con serpientes justo la noche antes del día en que has decidido poner un nuevo rumbo en tu vida puede no ser un buen augurio. O quizá las serpientes y las picaduras que recibí en mi brazo derecho sean una metáfora de las picaduras que la vida ha ido dejando sobre mí a mi paso sobre ella. Sin saber exactamente quien pasa sobre quien o a quien pasan estos sobres.

Hoy he desayunado temprano y abundante. Como me gusta hacerlo... y como casi nunca hago. Me he despertado una hora antes de que sonara el despertador y, sin embargo, la he desperdiciado mirando tonterías mundanas en Internet. Sí. Exactamente. Sesenta minutos de mi vida asesinados en distracciones efímeras que engullen los pocos o muchos minutos que me quedan antes de que mi vida se consuma. Y así, me doy cuenta de este desbarajuste que no solo sufro yo, sino que sufrimos casi todos los seres humanos que conozco.
Exacamente lo mismo que he leído en las primeras páginas de El Mundo en tus Manos de Elsa Punset; pensar de un modo... actuar de otro. Querer algo... hacer exactamente lo contrario para conseguirlo. Vivir de ojalás y sufrir el presente, como nos dicen Los Chikos del Maíz en Black Mirror. Una frase con la que me siento plenamente identificado. Es el típico, tópico y utópico "mañana empiezo" que me ha perseguido desde, más o menos, el año 2003. Y, que, ahora que pensándolo bien, se ha convertido en un suceder de días, meses y años sin control y que nunca llegaron a donde debían llegar ni cuando habían de llegar.

Pero es momento de hacer una reflexión sobre uno mismo y llegar a hacer una retro e introspección hacia mi propia persona y hacia los días que ya se consumieron como las cenizas de incienso cuyo aroma puedo ver desvanecerse por entre los rincones de esta habitación. Y ahí puedo ver recuerdos vanos y vacíos de los diez años de mi vida que hipotequé junto a un ser que no lo merecía, los años que desperdicié no haciendo lo que debía hacer y todas aquellas oportunidades perdidas que, como trenes descarriados y descarrilados, se fueron alejando de mí en el horizonte. Pensar también en todos esos errores cometidos, en esos borrones y cuentas nuevas que me obligaba a creer como dogma de fe para intentar desculpabilizarme y en toda esa procrastinación de la que soy fiel compañero desde entonces.

Sin embargo, hoy ya es un nuevo día. Hoy quizá si haya llegado ese mañana que nunca habría de llegar. Quizá hoy sea ese momento en el que esté preparado para darme cuenta de que mi obsolescencia está programada. Y que si no hago algo a tiempo habrá sido demasiado tarde.

Quizá, finalmente, deba agradecer a esas serpientes el haberme despertado con sus afilados dientes sobre mi piel; porque quizá ese era el pequeño empujón que necesitaba para ser capaz de lanzarme al vacío y comenzar a tomar, de una vez, las riendas de una vida a la que he dejado escapar durante mucho tiempo.